zzw.jpg


La Organización Militar Judía se constituyó a partir de tres núcleos separados: «Betar», «Brit Hajaial» y células del «Irgún Tzvaí Leumí».

Inmediatamente después de la derrota del ejército polaco por los invasores alemanes, el co­mando del «Betar» emprendió actividades para la salvación material y espiritual de sus miembros, dispersos por todo el país. El primer paso consistió en buscar vías de escape de Polonia para anti­ciparse a los nazis. El comando del «Betar» en Varsovia mandó enviados suyos a Hungría y a la frontera rusa y trató de ponerse en contacto con Turquía, pero todos sus esfuerzos fueron vanos. To­dos los caminos estaban cerrados. En consecuencia, la atención volvió a centrarse en la misma Po­lonia. Tras una serie de averiguaciones e intercambios de cartas, supieron que había algunas propieda­des rurales en las proximidades de la ciudad de Hrubiescbov donde hacían falta trabajadores. Los alemanes no controlaban tan rigurosamente esa zona y los judíos del ghetto de Hrubieschov gozaron de libertad para organizar su vida interna. Se estableció un contacto entre el comando y los dirigen­tes de ese ghetto, como resultado del cual pasaron hacia allí 600 miembros del «Betar», que tra­bajaban en las chacras y mantenían una actividad social y partidaria. El proyecto era trasladar a todos los miembros del «Betar» a las proximidades de Hrubieschov, para crear y mantener allí una gran fuerza anticipándose a cualquier peligro. Simultáneamente, León Rodal, quien había de ser uno de los tres miembros de comando de la Z.Z.W., propuso crear una organización para la lucha en el ghetto de Varsovia. Rodal recomendó oponerse a tiempo a la intención alemana de destruir por completo al pueblo judío. De resultas de esta propuesta, Péretz Lásker preparó un plan de reclutamiento y ejercitación y un presupuesto para la compra de armas.

Del «Brit Hajaial», organización de veteranos judíos del ejército polaco, surgió un núcleo de la Organización Militar Judía, pero su origen se debió a la iniciativa del oficial polaco Henryk Ivanski y algunos de sus compañeros. Ivanski, conocido en la resistencia por su apodo «Mayor Bystry», unió su destino al de los judíos y fue declarado por ello persona indeseable por las autoridades alemanas. Pasó entonces a la clandestinidad y su organización prestó diversos servicios a los combatientes judíos. Cuatro de estos -David (Mortiz) Epelboim, Henryk Lifschitz, Bialoskore y Kalman Méndeíson- solicitaron su ayuda para todo lo relacionado con la organización de una fuerza clandestina judía y su equi­pamiento. Ivanski se mostró entusiasmado por la idea y proveyó de inmediato a los cuatro de fusiles. A fines de diciembre de 1939, cuando ya se habían formado seis células, se realizó con la participa­ción de Ivanski una reunión fundadora en la que participaron 39 judíos, entre ellos cinco mujeres. Prestaron juramento de fidelidad a la organización de resistencia judía y le dieron el nombre de «Swit» (Aurora). Ivanski proporcionó a la organización 29 pistolas y organizó después la brigada «V», que debía ayudar al grupo judío, en especial para la obtención de armas. Esta brigada estableció tres bases en la calle Ziotz 56, en Zelazna 48 y en el recinto del hospital San Estanislao. Allí fueron ocultados judíos fugitivos que luego eran enviados hacia el Este, fuera de la zona de dominio alemán. Los judíos llegaban hasta el lugar mediante una señal convenida, a través de un depósito de hojas y de un túnel en la calle Gensia, que conducía al cementerio. La brigada «V» también aportó medicamentos para el hospital del ghetto: drogas caras y también alimentos, más raros aún en el ghetto; harinas, carne y arroz. Las provisiones eran pasadas directamente al hospital y, en momentos de peligro, por la calle Sliska al punto de concentración de la calle Komitetowa 2.

Posteriormente la organización judía tomó el nombre de Organización Militar Judía (siglas en polaco: Z.Z.W.). Sus miembros se entrenaban con armas por las noches. Además de los ejercicios mili­tares, la Organización también actuaba en el plano civil. Introdujo médicos y proporcionó medicamentos y comida a judíos evacuados que vivían en condiciones sanitarias y alimentarias inso­portables.

El «Irgún Tzvaí Leumí» (Organización Militar Nacional) había dado instrucción militar antes de la guerra a grupos de jóvenes con la idea de que pasarían a engrosar las filas de la organización en Eretz Israel. Con igual destino también había adquirido una partida de mil fusiles, que al estallar la guerra fueron cedidos al ejército polaco. Al crearse el ghetto, organizó en Varsovia un grupo de combate a las órdenes de Pavel Frénkel.

Estos tres factores: «Betar», la asociación de soldados ayudada por la resistencia polaca y el «Irgún», integraron la mayor parte del Z.Z.W. A ellos se sumaron diferentes grupos de personas vale­rosas de diversos estratos de la población judía.

Encabezaba la Organización Militar un comando, secundado por dos subcomandos que supervisa­ban diferentes áreas geográficas y por 10 unidades de combatientes. La representaban políticamente el doctor David Wdowinski, el doctor Strikowski y León Rodal, este último a cargo de los contactos con el sector ario.

El comando superior estaba integrado por David Epelboim, Pawel Frénkel y León Rodal, y co­laboraban con ellos diversas secciones: de propaganda e información, que obtenía esta última mediante un receptor clandestino de radio; de organización, qué reclutaba y equipaba nuevos combatientes; de equipo, responsable de las existencias de armas y municiones; de finanzas; de relaciones, que mantenía el contacto con la resistencia polaca en el sector ario, con otros grupos judíos dentro del ghetto y fuera de éste, con las concentraciones de judíos en todo el territorio de Polonia; de medicina, que se ocupa­ba de almacenar medicamentos e impartir nociones de primeros auxilios, encabezada por el doctor Iosef Tzahlmeister; de asuntos legales, que juzgaba a las faltas de disciplina internas, pero principal­mente se ocupaba de juzgar a los renegados y agentes de la Gestapo. La presidía el abogado David Schulman y contaba con una unidad ejecutora de sus sentencias; de rescate, que trasladaba niños al sector ario para ocultarlos en conventos o en casas de familias polacas y proveía de documentos arios a los adultos que debían pasar a ese sector, y finalmente la sección militar, encargada del entrenamiento de los combatientes.

Antes del Levantamiento la Organización contaba con dos batallones y tenía organizados en es­quema otros dos para integrarlos con los voluntarios que se sumarían durante la lucha.

También había construido una red de refugios y pasajes subterráneos, incluidos dos túneles que llevaban por la calle Okopowa al terreno del cementerio y un refugio en la iglesia de la calle Leszno. Durante las deportaciones esto se descubrió y hubo que cavar nuevos túneles. Se excavó un túnel hacia el refugio de la iglesia, que para entonces ya había quedado fuera del ghetto, y otro que condu­cía de la iglesia al otro lado de la calle Leszno. Igualmente se abrió un pasaje subterráneo desde los schops de la misma calle, pasando por el edificio de tribunales hasta una casa derruida en sus inmedia­ciones, y un túnel desde Karmelicka 4, a través del terreno del hospital carmelita, con salida al sector polaco. En las entradas a los túneles se colocaron puertas que cerraban herméticamente y se aposta­ron guardias para custodiarlas. En Malewki 29, en el sótano del hotel «London», se instaló un refu­gio con fines militares, que hacía de intermediario entre las unidades de la Organización y el taller de reparación de armas.

El refugio central de la Organización se construyó en Muranowska 7. Era amplio y estaba bien equipado. UN túnel conducía desde allí al sector ario. La excavación del túnel demandó tres me­ses y tropezó con numerosas dificultades. El empedrado cedía y era de temer que se hundiese bajo el constante movimiento de la calle Muranowska. A mitad de camino, los excavadores dieron con los caños de la red urbana de canalización. Pero más que nada pesaba la preocupación por disimular los trabajos del túnel y ocultarlo a los ojos inquisidores de la Gestapo. El peligro era mayor debido a la densa población, de modo que se mantenían guardias para prevenir a los que cavaban ante cualquier movimiento sospechoso, y estos empleaban sus dedos en vez de implementos más adecuados, para evitar todo ruido. Pese a todos los obstáculos, los trabajos se llevaron a cabo gracias al celo de quie­nes participaron en la operación, particularmente su iniciador y planificador Szlamek. Este era un mu­chacho de unos veinte años, de maravillosa capacidad para planear obras, y fue él quien logró superar todos los inconvenientes técnicos surgidos durante la excavación. Este túnel fue considerado por él mismo como la gran obra de su vida, vida que perdió durante el Levantamiento.

Uno de los graves problemas de la Organización fue la obtención de armas. Gracias a sus con­tactos con la resistencia polaca, el Z.Z.W. era el grupo mejor armado del ghetto y en sus depósitos se ocultaban armas ligeras y también pesadas. Se las recibía de cinco procedencias distintas.

Entre los combatientes de la resistencia polaca que ayudaron a obtener armas se destacó Adolf Rudnicki (su verdadero nombre: Kazimierz Ostkowicz), quien se relacionó con el Z.Z.W. por interme­dio de Emilka, hija de su amigo Iosef Kosóver, la cual se desempeñaba como correo entre las organi­zaciones clandestinas gracias a los rasgos arios de su fisonomía.

La estación ferroviaria Este servía de centro a los combatientes del Z.Z.W. en el sector ario; allí los emisarios de la Organización recibían armas y las trasladaban al ghetto, sin ser molestados por gen­darmes polacos y alemanes previamente sobornados. Los proveedores de armas eran allí: Fogel, hijo del director de una escuela «Talmud Tora», Mosche Mélnik, Simja Holtzberg, «Vládek», Béniek Kaiser y Szymon Kaminski. También la fábrica de Tabens era lugar convenido para el tráfico de ar­mas: en un rincón acordado esperaba a los emisarios de la Organización un hombre que les entregaba latas de doble fondo: arriba, arenques en salsa de tomate; abajo, granadas de mano y municiones.

La producción propia de armas estaba a cargo de técnicos y profesionales miembros de la Orga­nización, quienes fabricaron bombas incendiarias, repuestos para fusiles y explosivos. Los talleres funcionaban en diversos puntos: Nalewki 29, la calle Gensia y los sectores de las fábricas de brochas y de Tabens-Schultz. El precio de las armas era muy alto entonces. Cuando ya el dinero y objetos de valor de los propios combatientes se hubo agotado, la Organización, al igual que el Z.O.B., impuso contribuciones a los más acomodados, de acuerdo a su situación económica. En los casos en que la apreciación resultaba errónea, se devolvía el dinero a sus donantes. Los testimonios indican que se recaudaron fuertes sumas entre comerciantes y también del Banco Judío, al que se impuso un aporte de 130.000 zlotys. La Organización dejaba un recibo que tenía dibujado un muro de ladrillos con una brecha por la que se veían dos manos que se estrechaban. Todo esto se hacía respetando un acuerdo entre las organizaciones clandestinas, según el cual nadie pagaría más de una vez.

El Z.Z.W. confiscó dinero de traidores y también de alemanes. Un oficial alemán fue despoja­do de medio millón de zlotys cuando salía de un Banco. Al igual que la otra organización, tomaba re­presalias contra renegados y hombres de la Gestapo y publicaba mediante comunicados los resulta­dos de sus operaciones.

El Z.Z.W. formó una sección especial para rastrear traidores y agentes de la Gestapo. La enca­bezaba Kúperman (apodado Balbina,”), que había prestado servicios en el espionaje polaco. El ghetto fue dividido en zonas y en cada zona se apostó un hombre encargado de vigilar a los agentes. Su labor se concentraba mayormente en los cafés y clubes nocturnos, parte de los cuales era regentea­do por los alemanes. Cuando se reunían pruebas sobre actos de traición de alguno de los agentes, un tribunal especial lo juzgaba.

El 16 de abril de 1943 fue ejecutado el director del schop de Hallman, acusado de instar a judíos a dejarse trasladar a cambio de una promesa escrita de que no se les haría daño. En marzo de 1942 había sido baleado en la calle el agente de la Gestapo Adolf Burenstein. El 29 de octubre cayó el reemplazante de Iozef Szerynski al frente de la policía judía, Iakov Leikin. Esta operación causó gran impresión en el ghetto. Leikin era conocido y odiado por todos los judíos por su dureza y crueldad. La Organización anunció al mismo tiempo más represalias contra miembros del Judenrat, directores y administradores de talleres y cuantos colaboraban con el ocupante en la tarea de explotar y oprimir a la población.

En la primavera de 1942 fueron descubiertos en el club «Sztuka» (Arte) dos agentes de la Ges­tapo. Dos oficiales del servicio de información del Z.Z.W. se hicieron «amigos» de los agentes, y una noche, habiendo bebidos éstos, los hicieron salir y les dieron muerte. En el verano del mismo año fue muerto un gendarme que buscaba las instalaciones subterráneas de la Organización. Lo denunció una mujer, miembro de la misma, que trabajaba como camarera en el café donde aquel pasaba sus horas li­bres. En junio fueron apresados, juzgados y ejecutados once traidores. Pocas semanas después corrie­ron igual suerte dos muchachas que servían a la Gestapo, pero al ser apresada una de ellas disparó con­tra sus captores, hiriendo a uno, que murió a los pocos días.

Toda operación de este tipo era comunicada al público mediante cartelera fijados en las paredes de negocios y talleres. En todas estas actividades la Organización se servía de una serie de contactos que la comunicaban también con el sector ario. Un sistema de contraseñas e identificaciones asegura­ba la eficacia de este sistema de informaciones.

Las dos organizaciones clandestinas enfrentaron numerosos problemas al constituirse y en su desenvolvimiento. En el ghetto actuaban muchos partidos políticos que antes de la guerra habían vivido un conflicto permanente. La hostilidad entre partidos y las diferencias ideológicas dificulta­ron la constitución de las organizaciones clandestinas y se hicieron notar particularmente en la es­tructura del Z.O.B.: unidades integradas según la afiliación partidaria. Estos problemas se soluciona­ron sólo al hacerse inminente el estallido de la rebelión. Entonces también desaparecieron las vallas en­tre ambas organizaciones, aunque cada una conservó su estructura y luchó en el sector que se le asig­nó.

Desde su creación misma, los grupos clandestinos se plantearon una cuestión que ya antes había apremiado a los movimientos juveniles: ¿Qué es preferible? ¿Permanecer en el ghetto o huir al sector ario? ¿Luchar en una batalla perdida dentro del ghetto o sumarse a la guerra de guerrillas en los bos­ques? Evidentemente, la perspectiva de salir del ghetto parecía más viable y menos peligrosa y tentaba a muchos, también desde el punto de vista de las posibilidades de combatir a los alemanes mediante la guerrilla. La salida del ghetto permitiría conservar un núcleo combatiente de jóvenes judíos, dispues­tos a emprender luchas y a triunfar en ellas. Pero muchos de los combatientes consideraban que la sa­lida del ghetto equivaldría a una figuga que podría precipitar el derrumbe definitivo de los judíos. La existencia de una organización combatiente dentro del ghetto daba una cierta seguridad al grupo ju­dío, mientras que su salida corría el riesgo de interpretarse como una acto de cobardía. Así fue que se impuso entre los combatientes la tendencia partidaria de luchar desde dentro del ghetto, entre la po­blación civil, aunque esa lucha tuviese posibilidades mínimas en comparación con la guerra de guerri­llas. Esta decisión ya se notó en el primer enfrentamiento con los alemanes, la acción de enero de 1943.

Fuente: Betar: Ayer, Hoy y Siempre. Editado por Betar Oficina Latinoamericana